Género: Romantico
Capitulo: 3 de 3
Grupo: BTS
Pareja: Jimin x Fan
Título: "Reina de Hielo"
Narras Tu:
Me mordí los labios por dentro y evité golpearlo.
-Me has dado un susto de muerte- comenté, ruborizándome al
recordar sus palabras… “Como mucho, puedo robarle una sonrisa a la Reina
del Hielo”. ¿Qué se creía?
-Lo siento- se sonrió antes de tomar mi bolso.
-Deja, lo llevaré yo- respondí, aferrándome al bolso.
El volvió a sonreir y, acercándose peligrosamente a mi,
dijo:
-¿Acaso me tienes miedo? Creo que había roto el hielo hace
un rato mientras tomábamos esos Capuchinos-
Me ruboricé, era imposible no hacerlo… Si me ponía en puntas
de pie podía besarle.
Sin embargo, mis pensamientos se vieron cortados cuando las
palabras salieron de mi boca sin que pudiera detenerlas.
-¿Por qué haces esto?-
Sus ojos miraron los míos y parecieron brillar. Era tan
apuesto, tenía la piel blanca y suave, los labios carnosos y sus ojos… un par
de perlas oscuras que brillaban en cada instante, pero, que por momentos,
parecían ser capaces de ver algo que los demás no veían.
Me mordí los labios y apartando la mirada no esperé respuesta
de su parte antes de tomar el paraguas. Me sentía en una película, un drama, en
un momento de fantasía total.
¿Desde hace cuanto le quería?
Años, años enteros. Suspiré y caminando a su lado, él tomo
el paragua esta vez y, no tuve más que colocar mi mano en su antebrazo. Podía
sentir el calor inundar mis mejillas…
Caminamos bajo la lluvia, como una pareja…
Las calles estaban completamente mojadas, sin embargo, la
carretera lo estaba más.
No hablamos, estaba demasiado nerviosa como para decir palabra
alguna…
Aquel extraño ambiente se cortó cuando un motociclista pasó
demasiado rápido junto a nosotros, empapándonos.
Jimin no pudo más que dar mil y un insultos.
Yo sentía mi cuerpo totalmente mojado.
-Sera maldito- comenté haciendo de mis manos un par de
puños. Tragué saliva y miré a Jimin, el rió un instante.
-Creí que esa expresión no cambiaba nunca, hoy no has dejado
de sorprenderme- comentó, mirándome de arriba hacia abajo -¿Falta mucho para
llegar a tu casa?- preguntó.
Miré el largo camino que aún quedaba y asentí.
El chico me miró un instante y tomando mi mano, miró hacia
delante y me arrastró con rapidez. Apenas podía seguirle el paso. Me llevó a un
edificio cercano, adentrándonos, subiendo al ascensor.
-¿A dónde me llevas?- pregunté, tirando de mi mano,
soltándome al fin.
-A mi casa- respondió como si fuese lo más natural del
mundo.
-¿Qué?- pregunté. ¿Hablaba en serio?
El chico me miró y se sonrió.
-Eres bastante mal pensada…- comentó y mi rostro se tornó
rojo carmín –Si caminas lo que aún te falta para llegar a tu casa, mañana
tendrá un gran resfriado. Te daré ropa seca, solo serán unos minutos-
-Callate- respondí y las puertas del ascensor se abrieron, a
pesar de todo, tenía razón. De seguro a la mañana siguiente despertaría con
catarro, fiebre o quien sabe que otro padecimiento.
Caminamos por un largo pasillo, tenía los nervios a flor de
piel. La puerta del departamento 123 me dejó más nerviosa de lo común. Suspiré
y cuando entré me aferré a mi mochila, mirando a mi alrededor.
El pequeño departamento estaba demasiado ordenado para ser suyo. Lo miré un instante y
me ruboricé. Apenas habían pasado unos segundos y las paredes ya parecían encogerse
para mi. Su sonrisa no ayudó en nada.
-Deja tus cosas aquí si gustas, ¿tienes ropa para
cambiarte?- preguntó el chico, dejando sus zapatos en el suelo, adentrándose en
su casa.
-No- contesté, mirando cada foto en las paredes.
-¿Y tu ropa de los ensayos?- preguntó ladeando un poco la
cabeza.
-No andaré por tu casa solo en calzas- respondí mirándolo con
suspicacia.
-No me insistes- se sonrió una vez más antes de morderse el
labio inferior y dejar su violín sobre el único sillón en la casa, frente al
televisor.
Se encaminó a una habitación y volvió con algo de ropa, tendiéndomela,
indicándome donde estaba el baño.
Con inseguridad, caminé, muerta de frío. Cerré la puerta detrás
de mi, y, sin dejar de mirar cada detalle, me puse los largos jeanes y la larga
camiseta.
Al salir, me subí los pantalones y refunfuñé, eran demasiado
grandes.
-Son demasiado grandes para mi- comenté, y él apareció en mi campo visual, con una
sonrisa.
-Te ves linda-
comentó, acercándose peligrosamente a mi. Me ruboricé y tragué saliva.
-¿A-a-a Donde de-dejo la ropa para secar?- pregunté, entre
tartamudeos.
Se sonrió una vez más y me miró a los ojos, tomando mi mano,
llevándome al secarropas. Dejé mi ropa
colgada y encendí el aparato. Demoraría una hora… lo miré y volví mi mirada a
mis manos. “Algo me dice que será una hora eterna”.
-¿Quieres algo de beber?- preguntó, encaminandose a su cocina -¿Café? ¿Té? ¿Agua? ¿Refresco?- dijo, mirando su nevera.
-Café... supongo...- contesté.
El chico encendió la cafetera, encaminandose a la sala, o más bien, al sillón. Tomó el estuche del violín y lo abrió.
Sin poder evitarlo, me acerqué a él.
-Sientate aquí- miró el asiento a su lado.
Tragué saliva y me senté con timidez.
-¿Alguna vez tocaste algun instrumento?- preguntó, tocando el violín con total naturalidad.
-¿El triángulo cuenta?- contesté y él rió.
-Cuenta- sonrió, y con tranquilidad, movió el arco.
Lo miré tocar, era perfecto. Aún en aquellos pantalones de jean desgastados y camisa, se veía totalmente encantador.
Cerró los ojos y fué mi perdición, era tan guapo. Era como si el verdadero Jimin saliese a la luz.
Mis manos se convirtieron en un par de puños sobre mis piernas. Unas inmensas ganas de abrazarlo me invadieron.
Las pestañas negras le rozaban las mejillas... el ceño se le fruncía ligeramente, se mordió el labio inferior antes de mirarme un instante.
-Te ves aún más linda cuando estas sonrojada- comentó, dejando el violin en su lugar, levantandose a buscar el café.
Me sonrojé aún más y sonreí a sus espaldas. ¿Realmente era así todo el tiempo?
Tomé su violín en mis manos y pasé mis dedos por las cuerdas.
Me coloqué en posición y con suavidad acaricié las cuerdas con el arco. Un sonido nació y no pude evitar sonreir.
-A decir verdad, hubieras tenido madera de violinsta. Sin embargo, no bailas nada mal- dijo, dejando las tazas de café sobre la pequeña mesa ratona de la sala -¿Te enseño?- preguntó, acercandose a mi.
Asentí sin pensar en las consecuencias.
Se pasó a mis espaldas, era un poco más alto que yo, solo un poco.
-¿Puedo?- preguntó, señalando mi cintura. Asentí y él colocó una de sus manos en mi cintura, acariciandome sobre la ropa con sus dedos.-Tranquila, respira hondo y colocate el violin en el hombro, apoyando tu mentón en la mentonera-
Tragué saliva y repiré hondo, siguiendo sus instrucciones.
-Ahora, con el arco en tu mano, acaricia las cuerdas- dijo, acomodando mis dedos junto a los suyos, apretando con ligereza las cuerdas en el mástil, su otra mano tomó junto a la mia el arco.
Apretó a cada acorde, guiando mis dedos con lentitud, guió mi mano con la suya en cada vaiven del arco...
Cuando la melodía terminó, suspiré, visiblemente nerviosa.
Oí una pequeña risa a mis espaldas, me giré y lo miré un instante antes de ver una sonrisa de su parte.
-¿Te pongo nerviosa?- preguntó, tocandome el pelo.
Lo miré un instante antes de apartar la mirada, evitando una obvia respuesta.
"Si, joder, me pones los pelos de punta" pensé dejando el violín en el estuche, pasando a su lado.
-¿No me contestarás? ¿Tengo alguna oportunidad contigo?- preguntó, sin más rodeos.
Me giré a mirarlo y su expresión me dejó sin respiración.
Sus ojos me miraban con una mezcla de tristeza y confusión, se acercó a mi una vez más.
-No lo entiendo. Si no te gusto, ¿porqué te he puesto nerviosa?- dijo.
Me mordí el labio inferior y miré hacia el suelo. Si no contestaba, dejaría años enteros tirados al olvido.
-Si salgo contigo... tu reputasión quedará por los suelos... Mírame, soy un maldito témpano de hielo- conteste al fin.
Noté sus tíbias manos tomar las mías.
-Lo que he visto hoy en ti, no lo ha visto nadie más. Lo he visto siempre en ti...-
Me sonrojé a cada palabra suya.
-¿A-acaso tu...- tartamudee.
El rió y asintió.
-Si, siempre te he observado- respondió, sin dejar de mirarme a los ojos.
Suspiré, tal vez... solo tal vez... si me arriesgaba... Lo miré a los ojos de igual manera.
-No me lastimarás... ¿Verdad?- pregunté, con unas inmensas ganas de llorar, era feliz. Era un maldito sueño.
-No lo haré, jamás lo haría- respondió y, con ello, me fué suficiente...
Le quería, realmente le quería.
-Esta bien... esta bien...- contesté finalmente.
Vi su sonrisa y me fué suficiente.
-¿Lo dices en serio?- preguntó con una sonrisa en su rostro.
Asentí y sonreí. Sus manos se aferraron a mi cintura, atrayendome más hacia a él, abrazandome.
Olía a menta, a menta fresca. No había un rincón tan cálido como en de su cuello.
Al separarnos, nos miramos a los ojos, y, lentamente, con mi rostro totalmente caliente, nos acercamos el uno al otro, dejando vagar nuestras miradas. Sus labios eran tan suaves como prometía. Me besó con ternura, con lentitud, con mucho más que un te quiero.
Al separarnos, nos miramos a los ojos una vez más y sonreímos.
-¿Tu preparas la película y yo caliento el café una vez más?- pregunté y él rió...
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-Café... supongo...- contesté.
El chico encendió la cafetera, encaminandose a la sala, o más bien, al sillón. Tomó el estuche del violín y lo abrió.
Sin poder evitarlo, me acerqué a él.
-Sientate aquí- miró el asiento a su lado.
Tragué saliva y me senté con timidez.
-¿Alguna vez tocaste algun instrumento?- preguntó, tocando el violín con total naturalidad.
-¿El triángulo cuenta?- contesté y él rió.
-Cuenta- sonrió, y con tranquilidad, movió el arco.
Lo miré tocar, era perfecto. Aún en aquellos pantalones de jean desgastados y camisa, se veía totalmente encantador.
Cerró los ojos y fué mi perdición, era tan guapo. Era como si el verdadero Jimin saliese a la luz.
Mis manos se convirtieron en un par de puños sobre mis piernas. Unas inmensas ganas de abrazarlo me invadieron.
Las pestañas negras le rozaban las mejillas... el ceño se le fruncía ligeramente, se mordió el labio inferior antes de mirarme un instante.
-Te ves aún más linda cuando estas sonrojada- comentó, dejando el violin en su lugar, levantandose a buscar el café.
Me sonrojé aún más y sonreí a sus espaldas. ¿Realmente era así todo el tiempo?
Tomé su violín en mis manos y pasé mis dedos por las cuerdas.
Me coloqué en posición y con suavidad acaricié las cuerdas con el arco. Un sonido nació y no pude evitar sonreir.
-A decir verdad, hubieras tenido madera de violinsta. Sin embargo, no bailas nada mal- dijo, dejando las tazas de café sobre la pequeña mesa ratona de la sala -¿Te enseño?- preguntó, acercandose a mi.
Asentí sin pensar en las consecuencias.
Se pasó a mis espaldas, era un poco más alto que yo, solo un poco.
-¿Puedo?- preguntó, señalando mi cintura. Asentí y él colocó una de sus manos en mi cintura, acariciandome sobre la ropa con sus dedos.-Tranquila, respira hondo y colocate el violin en el hombro, apoyando tu mentón en la mentonera-
Tragué saliva y repiré hondo, siguiendo sus instrucciones.
-Ahora, con el arco en tu mano, acaricia las cuerdas- dijo, acomodando mis dedos junto a los suyos, apretando con ligereza las cuerdas en el mástil, su otra mano tomó junto a la mia el arco.
Apretó a cada acorde, guiando mis dedos con lentitud, guió mi mano con la suya en cada vaiven del arco...
Cuando la melodía terminó, suspiré, visiblemente nerviosa.
Oí una pequeña risa a mis espaldas, me giré y lo miré un instante antes de ver una sonrisa de su parte.
-¿Te pongo nerviosa?- preguntó, tocandome el pelo.
Lo miré un instante antes de apartar la mirada, evitando una obvia respuesta.
"Si, joder, me pones los pelos de punta" pensé dejando el violín en el estuche, pasando a su lado.
-¿No me contestarás? ¿Tengo alguna oportunidad contigo?- preguntó, sin más rodeos.
Me giré a mirarlo y su expresión me dejó sin respiración.
Sus ojos me miraban con una mezcla de tristeza y confusión, se acercó a mi una vez más.
-No lo entiendo. Si no te gusto, ¿porqué te he puesto nerviosa?- dijo.
Me mordí el labio inferior y miré hacia el suelo. Si no contestaba, dejaría años enteros tirados al olvido.
-Si salgo contigo... tu reputasión quedará por los suelos... Mírame, soy un maldito témpano de hielo- conteste al fin.
Noté sus tíbias manos tomar las mías.
-Lo que he visto hoy en ti, no lo ha visto nadie más. Lo he visto siempre en ti...-
Me sonrojé a cada palabra suya.
-¿A-acaso tu...- tartamudee.
El rió y asintió.
-Si, siempre te he observado- respondió, sin dejar de mirarme a los ojos.
Suspiré, tal vez... solo tal vez... si me arriesgaba... Lo miré a los ojos de igual manera.
-No me lastimarás... ¿Verdad?- pregunté, con unas inmensas ganas de llorar, era feliz. Era un maldito sueño.
-No lo haré, jamás lo haría- respondió y, con ello, me fué suficiente...
Le quería, realmente le quería.
-Esta bien... esta bien...- contesté finalmente.
Vi su sonrisa y me fué suficiente.
-¿Lo dices en serio?- preguntó con una sonrisa en su rostro.
Asentí y sonreí. Sus manos se aferraron a mi cintura, atrayendome más hacia a él, abrazandome.
Olía a menta, a menta fresca. No había un rincón tan cálido como en de su cuello.
Al separarnos, nos miramos a los ojos, y, lentamente, con mi rostro totalmente caliente, nos acercamos el uno al otro, dejando vagar nuestras miradas. Sus labios eran tan suaves como prometía. Me besó con ternura, con lentitud, con mucho más que un te quiero.
Al separarnos, nos miramos a los ojos una vez más y sonreímos.
-¿Tu preparas la película y yo caliento el café una vez más?- pregunté y él rió...
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Mila ♥
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